miércoles, 30 de octubre de 2013

Sobre la Humildad.

Esta semana público tarde por que no he tenido internet. 

Quisiera hablar sobre algo que a mi parecer es muy caracteristico con respecto al significado de la humildad...La soberbia en contraposición con la humildad y la humildad en la misma forma, es algo delicado a considerar, que quizá si sea presto a malinterpretaciones bajo ciertos enfoques. Un enfoque que me parece muy lúcido el que trata de determinar el nacimiento de la soberbia en el encontrar el significado de nuestras vidas en lo que podemos hacer, en lo que realizamos, y bajo estos logros construir un orgullo desmedido, que eventualmente anula la conciencia sobre nosotros mismos y nuestras limitaciones, errores, etc. La humildad, como la contraposición, no sería exactamente lo contrario, sino una posición que no trata sobre que una persona no considere sus logros de su vida, es decir no trata sobre rebajar una persona, sino que consiste simplemente en eventualmente reconocer constantemente las limitaciones que tenemos. En donde vemos que somos lo que somos, somos personas que se equivocan, que prejuzgamos en cuantía, pues, que somos lo que somos.
Nótese el papel de la conciencia aquí, la soberbia sería en pocas palabras causada por una ausencia de conciencia total a favor de una conciencia selectiva sobre solamente lo bueno. Y la humildad sería lo que desencadenaría una verdadera conciencia sobre total sobre nuestros alcances y limitaciones, lo que no daría paso a ninguna soberbia al estar constantemente de cara a nuestra condición imperfecta.

Por ultimo cáptese que aquí la humildad no sería exactamente lo opuesto a la soberbia, en sentido de ser algo en lo cual nos enfocarnos solo en lo malo de uno mismo, no se trata de sentir un desprecio desmedido por uno mismo, sino en reconocer lo bueno y lo malo en nosotros a la vez y contrastar, sin restar, nuestra propia condición. 

lunes, 21 de octubre de 2013

Perseverancia.



Dando continuación a este blog, la reflexión de esta semana será, irónicamente, en torno a la perseverancia.


Hay una historia que narra sobre una viuda que frecuentemente le solicitaba a un juez injusto, justicia. Hasta que a fin de cuentas el Juez, simplemente para evitarse la molestia de esa constante insistencia, decidió dar lo suyo a la viuda. Es decir, justicia. Pero entiéndase bien que no fue por una reflexión especial del juez, no fue por misericordia, sino simplemente para que, según interpreto, “dejase el fastidio”. Esta historia evoca en mi memoria momentos en mi experiencia en donde he visto a funcionarios públicos ociosos sacarle o procesarles trámites a personas solamente por la insistencia diaria con la cual se los piden y hasta he visto a gente ayudar a otras por la misma razón. Pero me parece que al contrarío de lo que esta historia a secas pueda evocar en la menoría y sí los casos que recordemos sean apropiadamente comparables al cuento y a la verdad que refiere. La cuestión sencilla de que en la perseverancia de alguna u otra forma encontremos una herramienta poderosa para poder alcanzar lo que se busque, es algo formidablemente curioso. Porque sí es capaz de hacer que un juez injusto sea capaz de impartir justicia (sea ya bien por fastidio), imagínense lo que evocara la perseverancia en personas más virtuosas, precisamente, en personas capaces de sentir misericordia, u otro tipo de sentimiento que impliquen empatía y consecuente solidaridad.
Aquí un Factum, no algo esotérico, ni hippie, ni místico sino un punto de vista sobre la perseverancia, que se me hace muy verídico al desprenderse de que en verdad uno pueda y puede, de muy apropiada manera, apelar a sentimientos en otro, que lo muevan a tu favor ya bien a través de la misericordia o el fastidio. No es acaso esta una razón de peso para tomar en cuenta la perseverancia como algo prácticamente útil que ayuda a realizar sueños. Ahora bien, la cuestión está en que no parecemos dados a perseverar en cualquier cosa. Hasta tal punto que no sería atrevido el decir que la perseverancia es el deseo encarnado, me refiero a la manifestación física de algo que realmente uno necesita y desea ocupar.
De aquí que uno pueda decir sin temor a equivocarse demasiado, que para algunos católicos el orar sea la manifestación misma de la fé. Y que solo en la perseverancia en la oración como sinónimo de tener fé, pueda uno ser agraciado por Dios.
De una u otra forma, la perseverancia, esa inmanencia en el deseo y el tratar de lograrlo también tiene otras ventajas propias distintas a la que aquí expreso. Pero visto lo visto, no tenemos aquí una razón para buscar lo que realmente deseamos?



lunes, 14 de octubre de 2013

Agradecimiento.

Doy rienda suelta a mis ganas, o si así lo prefieren, a mi espíritu, en voluntad particular; de dar origen y cimiento a este cúmulo de ensayos que pretenden construir mis opiniones personales sobre ciertos asuntos. Quisiera construir con palabras estas reflexiones que en mi mente manan, indispensablemente, tras hacer el intento de comprender diferentes fenómenos que he ido y vamos padeciendo y accionando en “las distintas etapas en que transcurre la vida y en los distintos grados en que procedemos”. Así pues, tras este blog se encuentra esta motivación de dar testimonio y orden a las siguientes convicciones de mi alma, que espero estén abiertas a reconsideraciones posteriores en las opiniones que puedan dar mis lectores. Todo esto eventualmente  después de deliberar durante cada domingo.
מזמור לדוד יהוה רעי לא אחסר׃


-Recuerda que hay que ser agradecido- decían mis padres, vehemente-. Ser agradecido.
Pero se me hace difícil pensar sobre sí alguna vez tome enserio estas palabras, su causa y consecuencia más allá de que en algún momento fuese una orden que acatase en mi condición sumisa de ser un hijo obligado a obedecer.
Supongo que alguna vez pensé sobre esto, a pesar de que tampoco recuerdo que alguna vez se me explicase el motivo más allá de que en la práctica me encontrase (y mis padres me pusieran) en situaciones en las cuales me sentía tan naturalmente agradecido, porque desde mi perspectiva era tan desmedidamente agraciado, que se me hacia evidente que tenía que reconocer, en voz alta y en marcada actitud, el bien que se me había hecho, que incluso hasta espontáneamente agradecía. Específicamente en esos momentos en que te daban algo que creías necesitar, sentías la gratitud en carne viva. Hasta tal punto que era hasta estúpido que mis padres me recordaran algo que me nacía tan naturalmente.
No obstante, notoriamente, lo disonante era que el “Recuerda que hay que ser agradecido” se pronunciaba en situaciones en las cuales no sentía nada, como cuando me regalaban ropa y así. Era como si creyesen que olvidaría sentir agradecimiento, cuando irónicamente era estúpido que me iba a sentir agradecido por un par de calcetines a esa edad. Es decir, no era que se me olvidase, sino que en verdad no había espacio para mostrar gratitud con aquello.
Especulo, que fue con esta constante practica que me hice con una idea de lo que las palabras de mis padres querían significar. Un llamado de atención, en la forma de un encubierto silogismo empírico: todo lo que me regalasen o dieran, era algo que si bien sentía que no necesitaba, resultaría siendo algo que perfectamente podría necesitar, por lo tanto debía sentir agradecimiento. Creo que me hice con este pensamiento, sobre todo cuando me recordaban que había gente muy necesitada que estaría apreciando lo que me estaban dando. Y así, Visto lo visto, fue esta la idea con la que me hice; que quizá algunos pueden intentar abarcarla, resumiéndola o complementándola, con el chocante vocablo popular “a caballo regalado…”…
Toda esta idea de mi infancia, aunque superficial, es en verdad una pertinente introducción al significado más profundo de lo que se esconde, a mi juicio, tras el incesante recordatorio de tener que sentir agradecimiento.
Primero, consideremos cuándo es qué, sin lugar a dudas, sentimos propia y nítidamente, el agradecimiento, es decir cuando nos regalan cosas que causan en nosotros una perturbación. Fíjense a través del siguiente ejemplo, Viéndolo en la acepción más placentera en la cual sentimos perturbación; como en él buen orgasmo que se puede llegar a sentir tras la consumación de alguna morbosa fantasía, en donde propiamente el agradecimiento en sí mismo podría llegar a manifestarse en nosotros. Es decir, en aquello que nos excita, nos aviva y estimula, si realmente llega a tal pues nos embarga de gratitud. Toda esta en dar con aquello que disfrutamos.  Pues bien mi punto tiene que ver con que, quizá cuando nacimos, todo nos pareció tan maravilloso, y aunque me atrevería a comparar y decir que quizá tan maravilloso como un orgasmo, habría que estirar mucho esta comparación dantesca hasta el punto de hacerla una metáfora, el orgasmo natal. Y así por ventura la satisfacción mas soberbia la encontremos en el solo vivir y de allí de que quizá muchos piensen que la vida es un regalo y declaren esta afirmación como axioma.
Al fin, es triste reflexionar sobre el momento hipotético en que después de nacer, el mundo dejo de parecer maravilloso. Más allí, pueda estar el origen de una sospecha crucial, ¿Sí viviésemos en un mundo que nunca deja de ser maravilloso, no olvidaríamos estar agradecidos? O lo que es lo mismo ¿El mundo es terrible y por eso somos tan desagradecidos? Por que al cabo parece que el mundo eventualmente se apaga tras el fantasma de la cotidianidad y parece que no es el mundo lo que oscurece, sino nuestra apreciación sobre el.